El vecindario no era lo suficientemente concurrido para decir que era bueno, agradable o divertido. Yo crecí ahí, crecí con Carla, mi prima, ella tenía dos años menos que yo, siempre jugábamos a escondernos debajo de la cama, a ser mamá y papá, ese juego lo invento ella, decía que a eso jugaban sus papás aun ya de grandes, a mi me gustaba el juego, me gustaba que me tocara, yo no hacía más que esconderme bien para no verla a los ojos y ella me buscaba y en donde estuviera metía la mano debajo de la cama no buscándome a mi sino a mi miembro, cuando daba con él me bajaba el cierre con tanta ligereza que parecía ensayado, me tocaba el falo, los testículos, el miembro completo de arriba a abajo, a eso jugábamos siempre. Ella me besaba en la boca, yo parecía ceder, me gustaba, a veces pasaba a más y me besaba el cuello y un poco más abajo, me alzaba la playera, lamia y succionaba mi abdomen.
Debía tener
diez u once años para recordar bien esto.
Entre
platicas, a mi mamá escuche aconsejarla que nunca debe dejar que le toquen su
parte, que cuando alguien lo hiciera inmediatamente se lo contara a su mamá, ¿y
si ella lo hace?, pensé, ¿y en mi caso? me pregunte por dentro esperando a que
me dijera algo a mi también, pero solo estiro la mano hacia a mi moviendo el
dedo índice como indicando algo y dijo que los niños se saben cuidar mejor, la
verdad yo no sabía cómo cuidarme de mi prima, tampoco sentía que debía, me
gustaba su juego.
Todo hubiera
transcurrido bien sino hasta que se me ocurrió hacer precisamente lo que le
decía mi madre a Carla, un día jugando, eso ya no lo traigo a recordar. Otro día Carla
llego a mi casa como de costumbre antes del almuerzo, como a las ocho o nueve,
aun no salía el sol y faltaba mucho para eso, llego, saludo a mi mamá, lo sé porque la escuche, escuche el portazo cuando entro, era de costumbre que también hiciera eso,
recorrió todo el pasillo de la casa hasta mi cuarto, ya no toco la puerta quiso
abrir pero estaba cerrado por dentro, para este entonces yo tenía doce años,
quería privacidad lo recuerdo bien. Ya no solo jugábamos ni éramos niños, había
llegado eso que llaman la edad de la punzada o adolescencia, yo sentía como mi
cuerpo y mi forma de ver las cosas cambiaban, ya no pensaba igual, ya no me
vestía igual, de hecho ya no jugaba igual, ahora despertaba tarde, me dormía
tarde, debajo de mi cama y en mi caja de recuerdos tenía una revista que me
encargo Julián, un amigo del vecindario y compañero de escuela, de niño no me
intereso verla, ver mujeres desnudas no me llamaba la atención, ¿pero ahora?,
no puedo dejar de hojear la revista, de encerrarme en el baño y terminar por
masturbarme dos o tres horas, terminaba exhausto, débil y cansado, los brazos
se me adormecían, las piernas y muslos se me contraían y me dolían como cuando terminaba de jugar
futbol pero el futbol no era tan placentero como venirme en mis manos, eso me
hacia recordar a Carla cada vez que lo hacía, no se porque pero por algo siempre la traía en la mente. Ahora ella estaba detrás de la
puerta, yo como nos esperándola siempre a la misma hora me levante casi
dormido aun con los ojos creo cerrados, me pare, con los pies buscaba mis
sandalias, me dirigí a
abrirle y cuando di los primeros pasos note que no traía pijama solo mi ropa
interior, la noche anterior había sido muy calurosa por eso dormí casi desnudo,
no solo era eso, también estaba excitado, tenía el pene más que erecto, no le
di importancia, total, pensé, era mi prima y me encamine a abrir, su insistencia también me apresuraba, sin
más se interno en mi cuarto deprisa subiéndose a mi cama y brincando sobre
ella abrumando mi día, le pedí que bajara porque todavía quería seguir
durmiendo, ella se quedo quieta y se sentó observándome intimidante.
_ ¿Qué? Le
dije.
_Primito has
cambiado mucho.
Me dijo y se
acerco a mí lentamente.
_Sí todos
cambiamos.
Dije mientras
la hacía a un lado para acostarme en la cama.
_No solo has crecido tú sino también tu amiguito que traes debajo de la ropa interior eh, lo note cuando me abriste la puerta.
_No solo has crecido tú sino también tu amiguito que traes debajo de la ropa interior eh, lo note cuando me abriste la puerta.
Reí un tanto
sarcástico pero me aduló su alago. Me di la vuelta tirándome a la cama cayendo
como en una caída libre con los brazos abiertos, quería que notara aun mejor a
mi amiguito, ella se acerco y se puso frente a mi viéndome a los ojos, me
recargue de la cama y me senté en la orilla para tenerla más cerca, puso una rodilla entre mis
piernas casi rozando mi miembro, hacia que me reclinara un poco con su
temperamento, creí que no aguantaría mas y la besaría, ella estaba demasiado desarrollada,
tenia ojos grandes, pelo largo, piernas largas, cintura reducida y lo demás
grande, se veía un poco más grande que yo, mas con esa forma de vestirse. Insinuaba
algo entre que fruncía sus cejas viéndome a centímetros, bajaba discretamente la
mirada para verme el pene, con la mano derecha
se revolvía el pelo y con la otra se acomodaba la falda, no se si era demasiado corta o las piernas demasiado largas, no paso a mas, pensé
que me revolvería con ella entre sabanas, el cobertor y las almohadas pero no. Así se
estiro para alcanzarme la pijama y lo hizo al propósito porque sus senos me
quedaron casi en la boca si no es que me recuesto totalmente me hubiera
impregnado ahí, no sé por qué no lo hice, total, me alboroto el pelo y otras
cosas, se dio la media vuelta y se sentó en el sofá que me siento para ver las
revistas cuando cierro mi puerta.
Mi mamá entro
a mi cuarto como siempre, sin tocar, yo ya estaba vestido, ¡gracias a Dios!,
Carla en el sofá, antes no llego antes, lo que hubiera pensado y más, dicho, yo
hacía como que acomodaba mi cama, saludo, me marco un beso en la frente y dijo
que bajáramos al comedor que después jugáramos, Carla me vio, yo la vi, otra
vez frunció una ceja, mordía sus labios y me invito con su mirada a jugar.
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