Ana creyó lo que le dije; que se podía llegar al cielo con un beso, se sentó a mi lado a esperarlo, dos horas más tarde leíamos cuentos que fabricábamos en sueños, olvido todo por completo a cerca del beso. Los días bajo los rayos del sol que menguaba a las seis de la tarde, la brisa de la alborada a esa hora a punto de rocío casi escarcha que emana una tarde de llovizna nos acompañaba acorde a ese momento. Sus zapatos se ensuciaron como se ensucian sus mejillas cuando no la escucho y no quiero jugar con ella, el lodo marcaba todo el camino atrás que recorrió para llegar a tiempo y leer lo que había, me había escrito en unas cuantas hojas ya manchadas de manos sucias. Voltee a tras para ver sus huellas tras que imaginaba su vestido largo con olanes de encaje y su tul debajo del largo vestido ensuciándose por la salpicadas de lodo en sus pies, sus calcetas por un centímetro debajo de sus rodillas yacían sucias, muy sucias, manchadas, mucho después ya imaginamos a lo lejos a destiempo en un corto futuro, corto y predestinado futuro los regaños de su madre, mi madre. Ella, mi madre, estaba acostumbrada a un piso impecable, a una chimenea llena de leños secos, muy secos, lo suficiente para quemarse en una hoguera que dure horas para compartir una infinidad de recuerdos como compartíamos Ana y yo una tarde de largas charlas que empezaban algo así, empezó así:
—Las noches cuando el sol se oculta, cuando la luna alumbra me da miedo, —dijo Ana— me da nostalgia, me da pánico, me acuesto y sobre mi ventana a veces se asoma la luna, fría, acompañada de un enjambre de estrellas refulgentes, estrellas que no mueren, que son fieles, leales y hermosas, me da miedo porque me mira, observa cómo, cuándo y si duermo, siento que vigila mis sueños, que duerme conmigo, que imagina mis pensamientos y ahí está sobre mi ventana, estas cortinas transparentes no la ocultan, no ocultan nada, no me ocultan a mí, siento que sospecha mi miedo, que es constante su mirada sobre mi porque sabe mis secretos, lo que sueño, lo que planeo e idealizo constantemente, el beso que espero. Adulé su beso y continúe. —La noche es para cerrar los ojos, para dormir mientras sueñas despierta, para continuar esas ilusiones mientras duermes, soñar no es más que abrir los ojos ante la sed que tiene el alma de volar, esas esperanzas que nacen mientras cierras los ojos son las que en vida y mientras respiras te crees incapaz si quiera de idealizar, menos, te lo digo yo, de hacer realidad, — ¿No has visto?—¿Qué?—Que el cielo es azul siempre, a veces lo cubre una tormenta pero cuando pasa sigue siendo azul, —¿No has visto?—¿Qué?—El mar es inmenso y caben muchas gotas de agua, ahí están todas tus lagrimas, aquellas que dejas escapar cuando no te hago caso, el mar es el reflejo de la inmensidad azul del cielo. Prometo siempre cuando tus zapatos se ensucien y tus calcetas se manchen y tengas un regaño por estar a mi lado escuchando lo que digo aunque sea y no tenga sentido, te querré y sabrás mi inmensidad, mi reflejo y el color de mis ojos. Siempre que estemos debajo de este árbol, ya casi a años de morir recordaremos los días que mojamos nuestras mudas de ropa por saltar en charcos, cuando seamos grandes y adultos reiremos al recordar, quizá no queramos ensuciarnos otra vez como imaginamos que vestiríamos de seda y lino, tu y yo correspondientemente por eso debemos hacerlo ahora, si mama te regaña yo iré a tu recamara aunque esté prohibido, iré a abrazarte, a marcarte un beso en la frente, a esconderte de la luna que se cuela en la rendija inmensa de tu ventana y a esperar a que duermas mimada, me quedare ahí para leer el libro que no acabas por que escribes tus sueños, me quedare sentado esperando a que des el primer bostezo del día, aquel que indique que has despertado totalmente. Al llegar la primera luz de sol sobre mis zapatos me esparciré entre tu pequeña ventana para escalar a la mía, tu puerta cerrada por fuera es una señal de tantas señales de prohibición que nos alejan para no jugar a escondernos de todo, de todos, a la vez de nadie.
Sé que Ana subió al sol
de Júpiter a sembrar mis magnolias, se quedo ahí: triste, sola, con ganas de
tomar un café sin café y mucha azúcar. Empezaba a amanecer, me preocupaba su
regreso, ya era tarde y ni el eco de sus pasos oía a distancia. Me quedare en
este balcón a esperarla una eternidad o un segundo mientras descifro el fondo
que forman las nubes, estaré aquí hasta diciembre precisamente antes del último
beso de la noche antes de dormir, estaré pendiente leyendo mil cartas, mis
cartas, escribiendo una canción o solo y pensando. Hace frio, pediré un abrazo
al primer transeúnte extraviado en este delirio, me quedare paciente, otra vez,
pendiente.
¡Óyeme!, Exclamo ese
cardenal en mi oído mientras yacía en duermevela. La brisa de rocío que tenia
este árbol en el que reposaba mi espalda me dejo caer una gota inmaculada, esta
me deshizo el paladar, aquel ave con rostro pintado parecía la forma de una nube sin forma. Aquella ave me pidió un
deseo. —Desearía ser como tú, —me dijo— viéndome fijamente a la cara, toda la
cara como buscando una imperfección, yo tenía miedo, se me erizaba la piel y
quería auxilio, quería saber que alguien estaba cerca a los alrededores si es
que algo malo pasaba. —Desearía ser como tú,—dijo otra vez; —rosar mi piel con otra
piel, o con mi misma piel, poder tocar algunos labios, poder volar, realmente
volar como lo haces tú cuando sueñas, creía que ese pajarraco conocía de mí,
escudriñaba mi vida y la envidiaba. —Quisiera ser quizá el peor ponzoñoso para
no ver dolor ni padecerlo, o algo peor, dijo. Me quede petrificado por sus
palabras. ¿Qué Dios complacería sus deseos, qué Cielo?
¡Ana, tengo miedo, deja las magnolias,
ven!
Cuando la neblina de la madrugada baja
al pie del suelo, la mañana se cubre aun más fría, solitaria, vaga y confusa,
da miedo caer entre la maleza de aquella oscuridad, ocurre esa sensación de que
alguien te ve, de que alguien te sigue, de que esta cerca y comerá tu cuerpo,
aquel pájaro y su voz provocaban este terror en mi.
Entre
acá y allá, en Júpiter habita el silencio, la calma y el sueño del que uno
nunca quiere despertar, desde ahí se ve mi luna, la luna blanca, ese astro
inmenso que se pone sobre nuestras cabezas, por las noches tu Júpiter de color
rojo, se ven los deseos perversos que fabrica el corazón de carne de tu madre y
las buenas intensiones en los corazones sencillos, los malos, tan simples como
vanidad. Allá nos sentamos a capturar imágenes en nuestra mente de un futuro
debajo de la luna, con todas esas nubes que aparecen antes que el sol, y con el
viento sobre nuestros labios mientras corremos agarrados de las manos, hablamos
de crecer y dejar de ser como niños.
Ana volverá hoy, lo sé, lo sé, lo sé, me
lo grita el silencio en el que estoy sentado, la noche que me acompaña y esta
magnolia que me dejo, se que regresara por ella, fue su promesa, Júpiter no
está lejos, no para nosotros, no para la luna, no para las formas de las nubes
que se desvanecen, no para la noche, no hasta que nos vayamos a dormir.
Al final de todo, sé que todas sus
margaritas, perdón, sus magnolias florecerán en Júpiter.
…Señora Lucifer. ¡No
era necesario, no lo era, no era necesario, no lo era!, gritare toda mi vida
que no era necesario, que me marcaron el alma por completo, que mis miedos se
envuelven en odio, en odio a esa que no es mi madre, a esa que por diligencia
llamo madre, esa es una mala mujer, es mala, es peor, es fea, es señora
Lucifer.
Ana, ¿Dónde te buscare ahora?, ¿Dónde te
encontrare llorando?, ¿Dónde sabré que estarás? Alrededor de Júpiter ya no
tejen telarañas las estrellas, ya no se aparece la luna blanca a molestarte,
ella se fue a buscarte, ella no te odiaba, quería como yo, contemplar tu
respiración y tu primer bostezo del día, ella amaba dejarte mimada, ella velaba
tus sueños, no tenia intuición o malicia en contra tuya, por el contrario
brillaba por ti para reflejarse en el piso impecable. Ana si pudieras regresar
de ese sueño profundo te hare sonreír toda la vida hasta hacernos ancianos, Ana
si vuelves en sí, te dejare ensuciarme de lodo antes que yo, si no vuelves yo
iré a alcanzarte, lo juro, dormiré eternamente igual que tu, es mi promesa, te
espero hasta diciembre al amanecer y si no vuelves iré a Júpiter con la única
magnolia que dejaste conmigo, ya no la quiero si no florece a tu lado, ¡no
tenias que tomar todo el veneno de las brujas solo dos gotas eran necesarias
para despertar abrazada de mí, no eran necesarios tantos insultos de señora
Lucifer, aquel beso no fue malo, tras su bofetada ni siquiera sabemos que es
incesto, no, no era necesario, si no vuelves Ana moriré, moriré a mí!
Obvio para una amigisima bien loca, algo asi como yo, I lv U Anita! :D

Obvio para una amigisima bien loca, algo asi como yo, I lv U Anita! :D
2 comentarios:
Que hermoso! Tan bello, que al leerlo me erizo la piel. No sabes cuanto disfrute leyendo, absorta en las emociones, detras de una historia. Me alegra volverte a leerte Caleb, te quiero informar http://paraisodelosescritores.blogspot.com/2012/07/de-corazon.html que esa entrada es tuya, gracias por todo y hasta la proxima, Siria.
Gracias siria que te dieras un tiempo en mi blog tu siempre tan linda eh! saludos!
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